Lope de Vega se va de rave

Puede que en el s. XVI Lope de Vega no pudiera mandarse fotos por Airdrop con las múltiples amantes que tenía, ni llorase cuando sonaba Cangrinaje en Sala Sol porque le habían dejado. Pero tenía otras maneras de sacar de dentro de él todo el drama: sus obras. En ellas plasmaba todos los enredos amorosos, tanto los que salían bien como los que no, que tienen grandes similitudes con los que podemos tener los jóvenes ahora. Y por eso la joven compañía nacional de teatro clásico ha decidido representar esta temporada La discreta enamorada, una de las obras más enrevesadas y desternillantes de toda la trayectoria del dramaturgo. 

Fuente: Sergio Parra para teatroclasico.mcu.es

Los miriñaques se mezclan con los pitillos y las gorras de básket completan el look de Don Juan del siglo XVI, por lo que la obra es disfrutable lleves collar de perlas y abrigo de visón o pantalones parachute y una sudadera. Más allá de la brillantez de la propia obra, los jóvenes actores con su actuación consiguen añadirle modernidad a la interpretación, que, además, cuenta con una puesta en escena arrebatadora. Una vez nos sentamos en las butacas de la sala y ya ha sonado el aviso de “Apaguen sus teléfonos móviles, la función comenzará en cinco minutos” -ignorado por la mujer de la primera fila-, los actores aparecen en escena acompañados con el equipo técnico para montar el escenario.

Las risas incrédulas del público dejan claro que nadie entiende cómo la cuarta pared ha podido caer tan fácilmente mientras en el escenario todo les parece de lo más normal. Y de repente, cuando el público ya no sabe qué más hacer para proyectar una imagen de normalidad, las luces se apagan lentamente mientras los actores aparecen a nuestro lado cantando y bailando y todo se convierte en una fiesta de color y versos entremezclados en los que el oído y los ojos se pierden.  

Fuente: Sergio Parra para teatroclasico.mcu.es

Tras esta sorprendente entrada, la obra sigue su curso natural enredándose en su propio enredo. Como si de un trabalenguas se tratase, los versos se van enlazando unos con otros creando estrofas entre varios personajes y complicando así el texto y la comprensión de la obra. Para una persona poco acostumbrada al verso -al teatral, no al de, por ejemplo, el rap- puede hacerse un poco complicado seguir el hilo de la historia. Pero la brillante actuación del elenco consigue crear esa sensación de embrollo de manera sobresaliente al tiempo que garantiza la total comprensión de la trama por parte de los espectadores. 

Para ampliar esa sensación de nudo enredado, la escena siempre cuenta con varios personajes que no participan en la trama, sino que aparecen como meros espectadores. Estos rellenan la escena de la manera más perezosa posible recostados en hamacas o sentados en el suelo, además de siempre contar con alguien que va siguiendo el libreto para sí mismo a medida que avanza la obra ayudando en algunos momentos puntuales a los “despistados” enamorados por si en sus declaraciones se olvidan de sus versos. Así, uno no sabe qué esperar en cada acto, ya que el elenco nos sorprende con innovaciones modernas para sacarla de la tradición teatral haciendo gala de su lema “El clásico es joven”.

Fuente: Sergio Parra para teatroclasico.mcu.es

Además, los roles de género no parecen ser la mayor preocupación de esta joven compañía, ya que la gran mayoría de personajes masculinos están representados por mujeres. Y en mi opinión esto deja ver con mayor claridad el poder que tienen las mujeres en esta obra. Solo con pronunciar unas cuantas frases, Fenisa, la protagonista, crea enredos peores que los que se te forman en el pelo al volver de una rave. Aunque, hablando de rave, la que se montaron los actores al final de la obra, que daban ganas de levantarse y unirse a ellos, con el riesgo, eso sí, que suponía meterse en el lío que tenían montado de volteretas y danzas: mejor seguir mi filosofía de los pogos y quedarse a un lado por si acaso. 

El amor, los celos, la masculinidad frágil, la búsqueda de estatus, la lucha de las clases sociales, el poder femenino, son algunos de los temas tratados en La discreta enamorada que siguen tocándonos de cerca incluso cuatro siglos después. Las risas del patio de butacas y de los palcos son la prueba palpable de que los enredos clásicos, que tanto han influido -aunque quizá no lo sepan- en las comedias del Hollywood clásico, en las sitcoms norteamericanas o en algunas series españolas de más éxito, siguen entusiasmando al público actual, al menos a ese que ha decidido darle una oportunidad a esta gran representación.