Una avalancha de fans corría hacia el escenario, adornado de manera minimalista con un cruceiro y un piano de cola. Todos querían ver al artista lo más cerca posible: su corta estatura no le impidió ir ganando grandeza a medida que el concierto avanzaba. La gran pantalla de la parte posterior ofrecía su imagen o se mantenía neutral para no competir con el artista. Con esta puesta en escena, en la que los dos únicos músicos quedaban relegados también a un segundo plano, salió Sen Senra al escenario enamorando a un Wizink que, aunque contase con algunas butacas vacías, le rindió culto como uno de los mejores artistas de esta generación.
Sin ninguna prisa, Sen Senra avanzó por su último álbum intercalando en este repertorio sus canciones más escuchadas de álbumes anteriores. Con su chaqueta de cuero y sus gafas negras, disfrutaba cada palabra que cantaba, al igual que su público, que gritaba de emoción con las primeras notas de cada tema. El artista disfrutaba de esta comunión con su audiencia y consiguió salvar esos momentos en los que sus canciones podían haber decaído en directo. Sus gestos y miradas, proyectadas además triplemente en las pantallas, creaban una atmósfera íntima y envolvente, que hacía que no pudieses apartar la mirada del artista.
El repertorio de Sen Senra no destaca por ser el más animado del mundo, pero su público ya lo sabe y no le importa en absoluto. Es otra cosa lo que va buscando. En “Ya no te hago falta” y “Por ti”, el público pasó a formar parte del espectáculo, convirtiéndose en el coro que no sabíamos que necesitábamos, como también sucedió con “Nada y nadie”, en la que tanto el público como el artista se dejaron el alma. Pero Sen Senra era consciente de que un concierto así era insostenible, y por eso intercaló varias sorpresas, además de cortes con canciones bastante más animadas con ritmos de reggaetón que convirtieron la arena en una pista de baile.
Entre las sorpresas podemos destacar la interpretación de un tema “que nunca va a salir” como él mismo dijo, “Cielo azul”, en el que solamente le acompañó el piano de cola y que dejó al público sin palabras. Amén. Una sorpresa que los asistentes esperaban con ansia era la aparición de C Tangana, que se quedó en una mera especulación, como un milagro que no llegó a producirse. Pero con lo que no contaban era con presenciar una colaboración aún mejor. Para la canción “Familia”, el artista sacó al escenario a “Habichuela”, un guitarrista flamenco nieto de Juan Carmona. Esta colaboración se llevó las ovaciones y los “oooolés”más grandes de la noche.
El momento en el que la audiencia se dio cuenta de que no solo estaba ante un gran artista sino también ante una gran persona fue cuando Sen Senra tuvo que dejar de cantar en una de las canciones de lo emocionado que estaba al ver todo el Wizink con las linternas encendidas dejándose la piel por su canción. De esta manera, para el último tema del amplio repertorio le pidió al público que viviese el momento, que no iba a haber un bis y como recordó en su homilía: “hay momentos que solo suceden una vez en la vida”. Tras esta declaración, y con la bandera gallega y la arcoíris en la mano, finalizó el concierto cantando “No se preocupe”, en la que el público, siguiendo al artista y al contenido de la canción (“El que no salte, se va pa´l hoyo”) terminó la celebración. Sen Senra nos bendijo y nos fuimos en paz.